La sinagoga convertida en matadero,
el pan en estropajo, el Nilo en sangre,
la campana en gemido del ganado,
los libros en ceniza y herradura.
El agua convertida en vidrio enfermo,
La pared en sudor y reservorio
donde tiemblan Cordero y matarife,
la sala de oración de las mujeres
con despensa de carne desollada
que gotea despacio su temor.
Y la llave, expulsada de su puerta
-el dintel ojival que abría el mundo-,
expulsada también del yunque ronco
y la herida esponjosa en la que el barro
arrancó su carnaza y compasión,
arrojada a su veta de metal,
carbonato insoluble, endentecido
que escribe soledad en otras lenguas.
Umbrales de la llaga. Cerraduras.
En Valencia de Alcántara
En la diáspora.